Heterodox Economists' Manifest
Nueva crisis: evitar los viejos errores
La pandemia del coronavirus ha supuesto una amenaza que, de golpe, ha cambiado las prioridades en una gran parte del mundo. Las medidas adoptadas para proteger la vida y la salud habrían sido impensables hace tan solo unas semanas. Ésta es una de las enseñanzas de esta crisis: cuando hay voluntad política y consciencia social de un grave problema, las cosas pueden cambiar radicalmente.
Estamos en una época de crisis civilizatoria, ecológica, social y de cuidados, derivada de un modelo económico en el que todo se subordina a la competitividad, al beneficio y al crecimiento del Producto Interior Bruto. La crisis del coronavirus invita a pensar en un necesario cambio de rumbo a todos los niveles para hacer frente a la emergencia económica, ecológica, social y de cuidados que padecemos. No queremos volver a la situación anterior, sino transitar de forma planificada hacia una economía en paz con el planeta y que permita reducir las insoportables desigualdades del modelo actual.
La pandemia también ha mostrado lo esencial de los trabajos de cuidados, tanto los asociados con la atención socio‐sanitaria, como los trabajos de limpiar, cocinar o cuidar a niñas y niños y a otras personas dependientes, trabajos que, como siempre, recaen en mucha mayor medida en las mujeres. Queremos vivir en un mundo en el que la sanidad y los servicios sociales públicos sean una prioridad social, donde las políticas públicas estén orientadas a garantizar una buena calidad de cuidados a lo largo de toda la vida, en lugar de que sean las mujeres las que asuman una carga de trabajo desproporcionada.
Más allá de que los masivos desplazamientos a larga distancia convierten rápidamente una epidemia local en una pandemia, la crisis del coronavirus, con los cortes de suministros para algunas empresas y la competencia internacional para adquirir productos básicos, nos ha mostrado también otros aspectos negativos de la globalización y la financiarización. Queremos un mundo con cooperación universal, pero también un mundo en el que las economías locales y regionales estén más autocentradas tanto por motivos ecológicos como socio‐económicos y estratégicos.
Se ha mostrado también, una vez más, la debilidad de la Unión Europea que, ni siquiera ante una crisis de este tipo, ha actuado de forma conjunta ni para contener la epidemia ni para adoptar suficientes medidas políticas, económicas y sociales. Una situación excepcional que ha paralizado gran parte de la actividad económica exige medidas audaces y responsables de gasto público para asegurar servicios esenciales, mantener rentas y evitar quiebras. Se ha de evitar que, como pasó en la crisis financiera de 2008, salgamos con una gran carga de endeudamiento que nos convierta en rehenes de los “mercados” (sobre todo de los financieros) y justifiquen políticas de recortes que ahora se han mostrado criminales, contraproducentes e inútiles. Para ello se debe reconsiderar claramente el papel del Banco Central Europeo mediante mecanismos de mutualización de deuda pública, creando directamente dinero que vaya a los gobiernos y a la ciudadanía o con otras alternativas que no conduzcan a los procesos de endeudamiento que acaben por justificar políticas de ajuste. La movilización de dinero debe llegar directamente al tejido productivo y a las personas, eludiendo hinchar el sistema financiero y las burbujas especulativas.
La crisis ha de servir para repensar qué es lo importante para las vidas de las personas y, en consecuencia, cuáles han de ser las prioridades de la política económica. Los derechos laborales y sociales han de pasar al primer plano, así como la política fiscal progresiva. Y todo ello sin olvidar las experiencias de reestructuración empresarial para producir bienes esenciales, experiencias todavía modestas pero que pueden considerarse como ejemplos a menor escala de la necesaria reestructuración económica.
A veces, las crisis abren oportunidades para los cambios. Así, el final de la Segunda Guerra Mundial llevó en algunos países a mejoras en la distribución y las condiciones laborales y sociales. En cambio, la crisis originariamente financiera de 2008 supuso un retroceso en nuestro país y en muchos otros. No podemos repetir los errores de esta última, por lo que la salida de la crisis provocada por la pandemia del coronavirus debe estar orientada a sentar las bases de una sociedad más justa, más igualitaria y ecológicamente sostenible.